Entradas populares

miércoles, 4 de julio de 2012


TRUEQUEROS (segunda y última parte)


+++++++++++++

El primer corazón era el de un niño que había sufrido la pérdida de su madre. Un corazón nuevo, sano, pero cubierto por un velo de tristeza imposible de quitar. Magdalena no lo quiso. No podría soportar un dolor inocente se dijo y pidió a la mujer que siguiera adelante con la lista.
                  El segundo corazón era el de una mujer que había perdido a un hijo en la guerra. El dolor era tal, que el corazón aunque tenía un color rojo sangre, había perdido su figura y parecía como si hubiera sido machado entre los dedos de una mano fuerte. No podría soportar el dolor de una madre que ha perdido a un hijo, pues dicen que es el dolor más profundo, una pena imborrable se dijo y la mujer continúo con la lista.
                  Casi una hora se llevó aquella lectura. Habían cerca de doscientos corazones en los  registros. El corazón de un anciano abandonado por sus hijos. El corazón de un hombre noble que jamás supo conciliar la existencia de un dios con la del dolor humano. El corazón de un Mesías incomprendido por las personas. Corazones sufrientes. Corazones que habían experimentado un dolor agudo, inaudito, que se les había vuelto imposible seguir padeciendo. Sin embargo, de entre todos los que aparecían en la lista, Magdalena se percató que ningún corazón traicionado había sido abandonado en una caja y depositado en aquel mercadillo. Se dio cuenta que ningún corazón había sufrido una decepción amorosa, sino que el sufrimiento de aquellos desventurados corazones era un millón de veces más sublime.
                  Le habían bastado unos minutos para tocar de cerca el verdadero dolor, y no lo que ella creía que era. Se llevó las manos a la cara y secó las dos lágrimas que habían rodado por sus mejillas, haciendo acopio de voluntad y pensando para sus adentros que aquello era prueba suficiente para no volver a pensar en el desgraciado de Joaquín ni en la boda que tuvo que cancelar el mismo día que subiría de blanco al altar.
- Sufrimiento el de la mujer florista a la que el mar le arrebato a su bebé o el del anciano escultor abandonado a su suerte por sus diez hijos en el más sucio y oscuro asilo – pronunció en voz quedita Magdalena, mientras guardaba su corazón en la cajita de cristal.
Cuando salió del mercadillo, algunas personas se le quedaron mirando. Magdalena se perdió entre las multitudes de la calle. No lo pensó mucho y regresó a España pero ahora en avión, con el alma plena pues había aprendido una lección que no podría olvidar ni en dos vidas. 

Otro cuento: "Truequeros". (espero les guste esta primera parte...)

TRUEQUEROS

Rodrigo Santana




Se había entregado en cuerpo y alma en la realización de aquel viaje la hermosa y joven Magdalena. Cuando salió de España sonrió. Al llegar a la frontera con Francia lloró. Y al llegar a Italia iba sintiendo que el alma se le descamaba. Eres una torpe, nunca encontrarás lo que buscas, fueron las palabras de su madre, una anciana de agrio corazón que desde que Magdalena era pequeña la había tratado con la punta del pie.
Las malas lenguas decían que Magdalena había sido la culpable de la muerte de su padre, a quien la ahora anciana había amado ciegamente. Por eso, desde siempre había guardado en un odio descomunal contra Magdalena, que ahora había enloquecido con realizar aquel viaje sin retorno a Grecia.
Un par de semanas atrás, hasta sus manos cayó un pedazo de periódico viejo. Entre las desgastadas páginas de papel encontró un extenso reportaje sobre  el lugar ideal para encontrar cura a cualquier clase de mal. Lo escribía un tal Jerome Plièu, ayudándose de una prosa exquisita y meticulosamente pulida.
                  De Venecia zarpó Magdalena hacia Grecia a bordo de un ferry viejo, con un olor a orín que taladraba las narices. Durante el viaje conoció Ancona, Bari y Brindisi. Llegó a Atenas y de allí tomó otra embarcación hasta el puerto de Volos. Luego de casi 300 kilómetros más de aguas de mar,  Magdalena pisó tierra firme, la besó y juró no volver a subirse en una  embarcación tan desagradable. En total fueron 29 horas de impasible trayecto. Y aunque los olores nunca fueron los mejores, la vista sí: el Mediterráneo mostró a Magdalena todo el esplendor de sus más deliciosos encantos.
                  Llegada a Volos no le resultó nada difícil encontrar el lugar mágico que venía buscando desde España. El portero del hotelito en el que pasaría cinco noches y seis días, un diminuto y bronceado hombrecillo de nombre Costas Kasidiaris explicó a Magdalena que el mercado que buscaba era la novedad más cercana al hostal.
                  ¿Viajar hasta Grecia en busca de un mercadillo? Sí. Hasta Grecia, que aunque la nación estuviera atravesando la peor de sus crisis, los gastos no serían nada raquíticos. De las manos ya se le habían esfumado a Magdalena sus ahorros de casi un año de trabajo. Que bien podrían parecerle poco, nada, con tal de lograr lo que tanto había soñado las últimas 365 noches. Además, no era un mercadillo permanente: se instalaba un día por semana, detalle que Magdalena no sabía. Pero ciertamente los dioses del Olimpo estaban con ella, pues aquel preciso día de su llegada a Volos el mercadillo estaba ya instalado y con los brazos abiertos.
                  Una construcción enorme, más parecida a una bodega para los marineros del Egeo, albergaba al mercadillo de plantas, alimentos, muebles, cacharros, antigüedades, mascotas, vestidos, telas, y un interminable etcétera en el que fácilmente podrían caber todas las cosas imaginadas e inimaginables que se pudieran vender. O cambiar. O truequear. Eso era lo que buscaba Magdalena. Canjear su corazón. Cambiarlo por algo más, algo que no le doliera tanto, que no le pesara tanto, que funcionara bien, no a medias.
                  Llegó hasta una hilera de gente y se formó. A santo y seña se enteró que primero debía darse de alta en una base de datos, donde además de proporcionar su nombre le preguntarían qué artículo traía para intercambiar. Mi corazón respondió Magdalena y se llevó la mano al pecho. La mujer que estaba detrás del escritorio, no comprendió casi nada. Sí, vengo a cambiar mi corazón por otro que no duela tanto. Volvió a repetir Magdalena con un griego champurreado y fatalmente pronunciado recordando sus años de estudio de esta lengua en la universidad. La mujer sacudió la cabeza y lanzó la mirada hacia el monitor como buscando algo. Comprendió lo que buscaba Magdalena. Tecleó un par de veces y respondió que sí, que sí tenían otros corazones en canje. Y comenzó a describir cada uno. Magdalena tuvo que afinar el oído y no perder detalle. 

miércoles, 22 de febrero de 2012

MISERY de Stephen KIng -adaptación teatro mexicano-

Ayer asistí al Teatro Diana a ver a Itatí Cantoral y Damián Alcázar en la puesta en escena de Misery, una de las obras maestras de Stephen King.
Solamente un comentario: ¿por qué forzar a un thriller psicológico a dejar del lado el drama por momentos y convertirlo en ratos de comedia?
No puede entender cómo la adaptación incluyó en su guión frases cómicas, palabras altisonantes prácticamente "mexicanas", gestos y caras para causar risas...
La verdad todo el primer acto me regaló sesenta minutos de fascinación. Pero todo el segundo me desmotivó obligándome a afirmar que esta adaptación estuvo l-e-j-o-s de llegar a considerarse una obra maestra digna de aplaudir de pie a los actores...